Renovarse o morir…

Aún nos acordamos de aquellos ordenadores con diskettes, incluso del primer Spectrum que entró en casa, o aquel Commodore… Ese sonido de carga que empezaba con la palabra mágica load-comillas-comillas y continuaba con el “play”; ese infierno de minutos interminables cruzando los dedos para que el cassette no diera error… Qué tiempos más lejanos… (bueno, lo dejaremos en “vintage” que es lo que se lleva ahora).

Aquello queda en un bonito recuerdo como el que tengo cuando llevaba un maletín al hombro repleto de catálogos en mis comienzos como comercial, dejándome la espalda hecha una verdadera ruina, y en la cabeza ya no me cabía más información.

Afortunadamente estamos cambiado todo ese peso por lo que se conoce como “la nube”, y nuestra salud física y mental lo agradecen. Y mucho.
Desde nuestros dispositivos tenemos de forma rápida, segura y precisa acceso a todo nuestro trabajo: desde el porfolio que utilizamos, fichas de producto, expedientes, pasando por facturación, presupuestos, documentación… y todo lo que se pueda necesitar en un momento dado cuando nos encontramos ante un Cliente potencial que nos pide por ejemplo el primero de muchos presupuestos que le habíamos presentado hace unos meses, y que quiere revisar en ese preciso instante porque está receptivo, o que nuestro asesor nos pide una factura el último día de cierre de año y te encuentras fuera de la oficina. Momento de pánico evitable 100%.

Decididamente tenemos que reciclarnos constantemente en cuanto a las nuevas tecnologías, y eso hay que verlo como un abanico de posibilidades para poder optimizar nuestro tiempo y esfuerzo, teniendo acceso a infinidad de servicios disponibles con el cloud computing. Nos permite aumentar el número de servicios basados en la red y ésto genera beneficios para potenciar nuestro trabajo y ser competitivos en el mercado.

Si realmente nos importa nuestro negocio está claro que hay que renovarse.

Es primordial estar en la nube para poder tener los pies en el suelo.